Y, así continúo él
causando dolor a ciegas,
escuchando el eco de sus sonrisas
a sabiendas de que no era lo correcto.
Pero nadie le robaría el momento,
no dejaría escapar el ahora.
No pensar, solo sentir y disfrutar.
Las consecuencias se mantenían enmudecidas; igual saldrían a relucir algún día.
Para que su risa se hiciera llanto,
para que la alegría se hiciera tristeza,
para que la compañía se volviera soledad.
Solo así sabría lo que en verdad tenía y que por su egoísmo perdió.