~ * ~Sinopsis:
~ * ~La niña Ana Belén siempre observa al mar desde el balcón de su residencia, pero, ésta vez la niña Ana Belén decide acercarse y ver al mar de cerca y se ahoga en el mar azul…
Sucesos:
Ana María preñada de una niña recorre el mar azul de punta a punta y de esquina a esquina. Ana María casi a punto de parir a la niña Ana Belén, como así la llamará cuando nazca la niña, cruza de punta a punta al mar azul. Ana María, comienza a contraer contracciones y rompe fuente cuando ya la niña Ana Belén viene al mundo y Ana María va a alumbrar y dar a luz. Si Ana María siente contracciones fuertes y una bebé en un rico movimiento queriendo sólo llegar al mundo y con romper fuente casi llega Ana Belén al mundo. Ana María decide parir frente a ese balcón y con ese mar sin ser bravío ni ser impetuoso, sólo con la calma de ese mar decide parir en ese mar azul y cuando puede parir se desborda en sangre casi todo el mar azul. El mar azul se convierte en sangre y no es tentar cuando Dios quiso que el mar fuera de sangre, si así fue todo el mar. Y, Ana María, se fue de rumbo incierto cuando fue a parir a Ana Belén, porque el mar y que era todo azul ahora era una marca o mancha de sangre casi indeleble de la mente ni de la memoria de Ana María. Y, Ana María, sólo quiso ser como el alma con luz y así fue con la luz encendida siempre cuando pudo parir sola a Ana Belén como una forma incandescente de dar a luz como la forma más fácil, pero, no, fue un parto bien difícil. Y Ana María, quedó como una heroína o como toda una mujer sabia dejando desangrar a su vientre por parir prácticamente sola a Ana Belén. Y, Ana María, quiso ser a ciencia cierta como el sólo deseo y con la eterna felicidad de traer a sus brazos a una bebé y a una niña con la ilusión de ver y de sentir el combate de la alegría por tener a una niña entre su más caluroso regocijo. Ana María salió del mar azul con su niña en brazos si era una pobre mujer como un deseo fuerte en el alma sintiendo la fuerza en el corazón. Ana María, que reside en la casucha de madera, queda en soledad ese día curando heridas sangrantes mientras amamanta a Ana Belén con sus mamas. Y, Ana María, con cría en brazos destronando a la vida y al mundo crece como leona al defender a su cría de la fría tempestad y del mal tiempo en esa casucha. Ana María, en el amor de su criatura se identificó como el mismo frío tormento en poder creer que la vida se aferró al nacimiento de Ana Belén en el mar azul siendo la niña del mar azul. Y, así fue siendo la niña del mar azul cuando ocurrió el mal delirio frío como en el ocaso cuando nace Ana Belén en ese mar azul sosegado dejando una estela o un rastro lleno de sangre de su madre Ana María en el mar azul. Y, Ana María, dejando inerte el corazón sólo se llenó de un coraje incierto cuando sólo quiso dar a luz a una niña tan hermosa como su madre y, sí, que dio a luz a la niña Ana Belén en ese mar abierto, pero, sosegado. Y, Ana María, dio a luz a Ana Belén en un mar azul y como la misma sangre del corazón de Ana María quedó ese mar lleno de una total sangre de ese parto cuando rompió fuente y alumbró al mundo Ana Belén. Y, Ana Belén, siendo la niña que perpetró un fin común cuando llegó al mundo con la niña del mar azul quedó adolorida y con una herida que no duele sino que cicatriza con tanto amor, ternura y dulzura. Y, Ana María, gritando fuerte y con dolor se aferró a parir con dolor en ese mar sosegado, pero, parió a Ana Belén. Ana Belén alumbró al mundo con luz, con sal del mar y con un color a escarlata por el color rojo vivo sangre de la madre llamada Ana María. Ana Belén quiso ser la fuente en calor en el regocijo de su madre Ana María y sí que fue el calor sin escueto dolor cuando alumbró Ana Belén al mundo. Ana María llena de estupor toma en sus brazos a ésa niña y la lleva hacia el balcón de la casucha tomando en cuenta que ya la niña a los ojos abrió al mundo tan inmundo y quiso ser como el horizonte de ese mar azul. Ana María dio a luz a Ana Belén en un mar sosegado y lleno del color sangre de su propio corazón. Nace Ana Belén dejando derribar el horizonte y cielo destronando, destruyendo y acogiendo toda sal del mar como curando heridas y, así, fue hasta que la niña abre ojos y desde el balcón observa al mar sosegado, templado y tranquilo al que le llama la atención tanto.
Ana María va dejando a la niña en la cuna y desde el balcón la niña Ana Belén va abriendo los ojos y observando al mar impetuoso, pero, sosegado desde el balcón de la casucha donde vive a la orilla del mar. Ana Belén quedó asombrada y sin temor alguno por querer observar a ese mar impetuoso y sosegado cuando llega la temporada alta es cuando el mar se torna bravío y más le gusta a Ana Belén. Ana Belén en la cuna desea ver al mar sosegado de un claro horizonte cuando ocurre el mar bravío y la niña desde la cuna sonríe y sólo quiere ir hasta ese mar. Ana Belén sólo quiere escuchar ese mar bravío que rompe en la orilla con olas impetuosas y sólo quiere con sus ojazos de color azul llegar hasta el mar azul y ser la niña del mar azul. Ana Belén se aferra a sus ojos de color azul, y a ese mar azul siendo la niña del mar azul cuando ocurre el mar bravío con ese sol impetuoso que declara más belleza universal en ese mar bravío que irrumpe en la orilla y Ana Belén se siente como la niña de ese mar azul. Ana Belén se tornó exasperante en su alma por querer llegar a ese mar azul viendo por esos ojazos de color azul al mar bravío. Y la niña desde el balcón y con esos ojazos de color azul, la niña Ana Belén, quiere ver el solo mar impetuoso y tan bravío en que ese mar logra llegar a la orilla haciendo espuma. Ana Belén si dentro de ese mar sólo lleva un afán de vanagloria, y de impetuoso dolor cuando de niña se le aferran sus ojazos de color azul a ese mar si desde el balcón sólo lo observa con esos ojazos de color azul. Ana Belén, sólo se define como el deseo vivo en poder creer en ese mar impetuoso, bravío y templado, dejando en soledad a la vida misma desde un balcón en la casucha dejando ver a ese mar por los ojazos de color azul de Ana Belén. Ana Belén, quedó fríamente indeleble como la alegría que le brinda el mirar y observar desde el balcón de la casucha a ese mar impetuoso, pero, sosegado. La niña Ana Belén cuando sólo está el mar bravío le encanta y le fascina como ese mar es impetuoso que sólo bate en contra de la marea. Hay fiebre en la niña Ana Belén cuando se le ocurre a Ana María tomar un poco de agua de ese mar salado y le cura la fiebre con un paño con esa agua salada desde la frente de la niña y sana tan veloz como es ese mar bravío e impetuoso en los ojos de color azul en la niña Ana Belén. Y los ojos de Ana Belén se tornan más deseosos y más seguros cuando miran y observan la euforia de ese mar impetuoso y bravío como se torna más indeleble ante sus propios ojos. Ana Belén, quiere y desea al mar en sus ojazos de color azu cuando desde el balcón y desde la cuna observa a ese mar bravío que bate contra la orilla. La espuma de ese mar en la orilla brilla como nubes en el cielo o como el horizonte y la niña sólo quiere con sus ojos llegar hasta ese mar que le llama tanto. Y, con ese rayo de sol le hace brillar más en la vida y en sus ojos a la niña del mar azul llamada Ana Belén. La vida de la niña Ana Belén se torna exasperante y todo porque sólo quiere la niña Ana Belén llegar a ese mar azul siendo la niña del mar azul. La pobre casucha de Ana María sólo presiente como es la vida para poder sobrevivir en ella como poder la niña poder tener la riqueza de un mar azul entre sus ojazos de color azul. La vida de Ana Belén se exaspera por llegar a ese mar azul templado y, a veces, bravío. Ana Belén desde el balcón observa a ese mar impetuoso queriendo sólo tomar un poco de esa agua cuando es su deseo llegar hasta ese mar. El mar tranquilo, en paz, sosegado, sólo, bravío en la orilla, se percibe que la vida persigue a Ana Belén insistentemente para poder navegar entre sus olas. La vida de Ana Belén conlleva una salada atracción por el mar desde que nació dentro de ese mar azul cuando su madre la parió dejando sangre del color escarlata dentro de ese mar azul y sosegado.
Los ojos de la niña Ana Belén miran y observan descontroladamente al mar de un azul intenso como del cielo con el frío horizonte. Y los ojos de Ana Belén se tornan seguros mirando y observando al mar azul siendo la niña del mar azul. La niña Ana Belén tiene unos ojos más bellos que el cielo mismo cuando sus ojos brillan con la intensidad de un buen sentido cuando presienten hasta el mismo cielo con nubes y un horizonte en sus ojos de color azul. La vida de Ana Belén torna y gira alrededor de ese mar templado de color azul cuando sus ojos se aferran al deseo de ir tras de ese mar sosegado e impetuoso como sus ojos pueden mirar desde el balcón de la casucha de Ana María. La niña Ana Belén enreda sus ojazos de color azul con ese mar bravío que sólo deja espuma en la orilla. El sol brilla como en el ocaso marcharse el sol, el mismo sol que la niña Ana Belén mira y observa a ese mar impetuoso que por delante de sus ojos va directamente y se dirige a ese mar bravío que sólo deja una ilusión, un deseo y un anhelo en ahínco en ir tras de ese mar con tan sólo mirar a ese mar con sus ojazos de color azul. La niña Ana Belén en el balcón y en la cuna crece como una niña buena y en los brazos de su madre amamanta leche y crece con velocidad creciendo como toda nena, aún, más y más. Mientras, Ana Belén crece, sus ojazos también junto a ese viejo mar que le atrae desde que nació en el mar impetuoso, pero, sosegado. La niña Ana Belén cree que su mundo es tan inmenso como ese mar frente a ella en ese balcón de la casucha donde reside junto a su madre Ana María en ese litoral del mundo. Ana Belén se aferra al deseo ambiguo que tienen sus ojos por observar a ese mar impetuoso, sosegado e indeleble como el horizonte perdido en querer atrapar a ese mar con sus ojazos de color azul. La niña Ana Belén que ya casi es señorita recorre de punta a punta y de esquina a esquina junto a su madre Ana María a ese mar bravío en que sólo es impetuoso en la orilla dejando una espuma que crece como la niña Ana Belén. La niña Ana Belén mira desorbitadamente al mar impetuoso y tan cálido como ese sol que viste al mar de luz incandescente cuando el sol llena de calor a todo ese mar y a toda esa playa. La vida de Ana Belén exaspera cuando conoce al mar desde niña y sus ojos que brillan como el azul del mar siendo la niña del mar azul. La fortuna que tiene y que posee la niña llamada Ana Belén en sus ojos del color del mar es como abrir y cerrar una ventana o una puerta y eran sus ojos claros y de color azul como ese mar impetuoso que posee de frente. Y la niña de frente al mar en ese balcón desde la casucha donde reside junto a su madre Ana María se cuece de tiempo y de espacio queriendo entregar alma, vida, corazón y redención queriendo derribar a ese mar junto con su brillo entre sus ojazos de color azul. La niña Ana Belén se aterra a identificar la ira del coraje que posee cuando la madre Ana María no deja a la niña jugar entre las olas de ese mar impetuoso y bravío en que sólo deja una espuma en la orilla. La niña Ana Belén se aterra a desafiar el mundo y más a sus ojazos de color azul cuando desea ir tras de ese mar que conoce desde que nace cuando su madre por parir derrama toda sangre de color rojo con la herida profunda por parir a Ana Belén en ese mar sosegado. Ana Belén y su vida se constata en querer derribar el momento en que se aferra al color del mar azul con sus ojazos que piden mar, tiempo y querer jugar en ese mar impetuoso. Si el infortunio de ese cielo del mismo color de ese mar impetuoso que derriba, que destrona, que desmorona Ana Belén con sus ojazos de color azul es el brillo impetuoso de sus ojos por querer tener, poseer y amar a ese mar que tiene de frente sin saber ni sospechar que puede hallar lo peor de ese mar bravío.
La niña llamada Ana Belén se aterra al deseo de ver y de mirar a ese mar impetuoso, cálido e intransigente cuando en el delirio se aferra al deseo de estar, permanecer y pertenecer a ese mar bravío e impetuoso cuando en el alma queda imperiosa y llena de un imperio sosegado. La vida calma en desenfrenos impetuosos cuando el mar queda derribado y destruido como la forma de creer que su mundo cambia en un segundo. La esencia y la presencia de Ana Belén junto a ese mar imperioso, impetuoso e inestable, sabe una cosa la niña que sólo le gusta observar y mirar a ese mar bravío cuando en el alma se siente como esas olas irrumpiendo en un sólo deseo. La vida se torna exasperante para la niña Ana Belén cuando se siente como un deseo, un anhelo, un ahínco en saber discernir, deliberar o demostrar que sus ojos de color azul se tornan como ese mar azul en que se cuece de calor y de un cálido brillante sol cuando arropa con luz y calor a ese mar impetuoso. La niña Ana Belén en los brazos de su madre sólo quiere que el destino y el camino irrumpa como el mar bate contra la orilla dejando espuma candescente como crece la espuma cuando llega a la orilla. Y la niña Ana Belén se aterra al sentir el mar imperioso, inestable, insípido, cuando la sal era todo y es todo para ese mar. El cielo unido con la Tierra hacen el horizonte y la niña Ana Belén sólo desea observar a ese mar impetuoso en calma y sin ser bravío si desea albergar en sus ojos a ese mar azul siendo la niña del mar azul y, así, fue la niña, mirando y observando con detenimiento a ese mar azul. Y la niña Ana Belén, sólo desea converger y convidar con sus ojazos de color azul con ese mar bravío e impetuoso dejando saber que el destino es como el poder de ser salvada por amor por el sortilegio que posee ese mar azul que imperiosamente se siente como el mismo dolor o como la misma mala insistencia en que se debate y delibera una terrible decisión en albergar a ese mar entre sus ojazos de color azul al igual que ese mar que mira y observa la niña Ana Belén. La niña Ana Belén en los brazos de su madre sólo siente y presiente una sola luz en el alma en soledad porque en el alma de Ana Belén se aterra al deseo frío de ver por sus ojos de color azul al mar en soledad. La niña Ana Belén entristece tanto, por todo y todo, porque encerrada en el balcón de la casucha donde reside mira y observa a ese mar impetuoso que bate contra la orilla dejando una estela o un rastro en la arena y es la espuma. La niña Ana Belén en los brazos de su madre, casi, siendo una señorita mira y observa al mar dejando saber que ese mar le llama tanto la atención y sin saber su madre Ana María, la niña mira insistentemente al mar azul dejando que el bravío mar llegue hasta la orilla dejando espuma y sal por doquiera. La niña Ana Belén lo que desea es observar a ese mar impetuoso y bravío, por el cual, le atormenta persistentemente a los ojos de la niña Ana Belén mirando y observando la ternura y el anhelo de creer que ese mar es bravío como pertenecer en los ojos de la niña Ana Belén desde ese balcón donde lo observa. La vida de Ana Belén se torna insegura cuando en el afán de observar y mirar a ese mar sólo queda lo bravío de ese mar en los ojos de la niña Ana Belén. La niña Ana Belén duerme en los brazos de su madre desde que la niña observó y miró a ese mar sosegado llegando a lo bravío dejando saber que el tormento que le embarga a la niña duerme sigilosamente en los brazos de su madre Ana María. Los brazos de Ana María guardan regocijadamente el calor humano cuando el cálido amor aflora en los brazos de Ana María abrazando a su niña Ana Belén. Los brazos de Ana María abrazan cálidamente a la niña Ana Belén dejando calor humano como el amor cálido lleno de ternura por ésa niña que nació en ese mar sosegado siendo la niña del mar azul.
La niña Ana Belén cree que en ese mar existe algo imperioso, fastuoso y fabuloso. Mientras, que la niña Ana Belén mira insistentemente al mar cuando ocurre el vil desastre de creer en el embate de dar una premisa observando a ese mar impetuoso, cálido y tan caluroso como ese sol que adquiere poder en el mismo mar que interpreta una mala osadía en caer desde el trono eficaz de un balcón, por el cual, la niña Ana Belén observa a ese mar. La niña Ana Belén cae en el recelo de la vida misma, un mal deseo o un mal tropiezo desde que en el balcón donde se cuece el alma llena de luz y bondad y todo por observar el mar con sus ojazos de color azul. Y la niña Ana Belén desde que cae desde el balcón hacia la tibia arena se cuece de tiempo y de rica bondad cuando en el suburbio en obtener de la vida un sólo recelo se cuece de tierna bondad y de riquezas exóticas cuando el alma se abastece de rica calma y le encanta la arena tibia cuando cae de frente en esa tibia arena. La niña Ana Belén se aferra al deseo inherente de creer que mira y observa algo raro en ese mar azul siendo la niña del mar azul cuando ocurre el más de los grandes descubrimientos en los ojos de la niña Ana Belén que mira indefinidamente al mar azul observando algo raro desde sus ojazos de color azul. Ana Belén en el alma de caer en la arena desde el balcón de la casucha sólo percibe y siente a la arena tibia sobre su frente. Y la niña Ana Belén siente como la arena tibia queda en su frente por temor a ser una mala suerte se siente como el delirio desafiante en poder creer en el destino frío e ineficaz de la niña Ana Belén haber caído en esa arena tibia dejando tibia la frente. Y la niña Ana Belén se enfrenta al desafío frío en querer derribar el temor y la ansiedad fría de quedar en el delirio frío en poder derribar y enfrentar la suerte en querer ir a ese mar abierto y quedar allí frente a ese mar azul siendo la niña del mar azul, sí, Ana Belén. Y si en la niña Ana Belén se encierra su cometido frío en caer en la tibia arena cuando cae en sentido adverso un cometido en encerrar la fría verdad en derribar lo friolero en creer que en la tibia arena se siente como el mismo dolor de haber caído desde el balcón. Y, Ana Belén cuando en el alma y en el cuerpo se abastece de calma y de un mal precepto cuando en el alma se siente como el deseo inocuo. Y en observar el cielo y al infierno se dedica ese mar azul a mirar a la niña Ana Belén, acariciando sus manitas como la niña Ana Belén toca a ese mar azul deliberando que su insistente corazón comienza a latir fuertemente y todo porque la niña cayó desde el balcón hacia la tibia arena y corre ligeramente hacia ese mar que la llama tanto. La niña Ana Belén queda adherida como imán a la orilla de ese mar azul y sin poder fijarse su madre, la niña sólo quiere jugar con el mar y nota algo raro, impetuoso, fabuloso y es una sirena del mar en fantasía que le llama la atención. La niña Ana Belén quiere llegar hasta donde está la sirena y en ese mismo instante logra llegar Ana María, la toma por el brazo y transcurre el tiempo en que no se detiene la niña Ana Belén en cruzar el estandarte de ese mar azul en que comienza todo desde que la niña Ana Belén nace en ese mar azul siendo la niña del mar azul. Ana Belén cree que el mar es tan inmenso como lo miran sus ojazos de color azul en el mismo tiempo en que el mar queda de sosegado a bravío en la misma orilla donde se hace la espuma de ese mar azul intenso. La niña Ana Belén sin poder saber hablar, aún, le expresa a su madre con el dedito de su mano mirando y observando al mar azul que existe algo raro en ese mar azul. La vida se torna exasperante como el tormento frío de creer que el mundo expira y caduca la sirena en ese mar azul que desaparece rápidamente dejando una estela o un rastro de espuma alrededor sin proteger a la niña Ana Belén.
La niña Ana Belén llega casi a la pubertad siendo toda una señorita. La vida y la ley de vida comienza en toda mujer siendo mujer y, así, fue que la niña Ana Belén entró en la edad en ser toda una mujer. La vida de Ana Belén quiso dejar atrás juguetes y demás cosas de niña para convertirse en una mujer siendo la señorita de la niña del mar azul. Ana Belén crece esporádicamente, pero, muy veloz en su etapa de niña a adolescente dejando que la pubertad llegue a la vida de la niña Ana Belén. La niña Ana Belén, un día jugando en ese mar azul casi en la orilla de ese mar sosegado sangra de dolor, dejando una mancha y un rastro de sangre en el mismo mar azul que una vez nació de su madre Ana María y fue mujer la niña Ana Belén dejando una estela dentro de ese mar azul cuando arribó la plétora de sangre entre sus piernas queriendo que hubiera sido un tiburón y no la menarquía, pero no, no fue así. La niña Ana Belén va dirigida hacia su madre y su madre con fuerzas le explica todo a la niña Ana Belén y que ésto ocurrirá siempre cinco días de cada mes. La niña Ana Belén sin poder, aún, discernir ni asimilar el dolor consecuente que deja la menstruación en una mujer continúa su vida como de costumbre siempre jugando a la orilla del mar azul siendo la niña del mar azul. La niña Ana Belén se aferra al frío y al desastre en poder creer que su mundo es tal como es, pero, es diferente y distinto cuando ya es toda una señorita dejando juguetes y niñez hacia un lado y convirtiéndose en toda una mujer, pero, aunque quiso no dejó de ser y en poder pertenecer al mar azul siendo la niña Ana Belén la niña del mar azul. La niña Ana Belén cada cinco días de cada mes sangra de dolor en ese mar impetuoso, sosegado y bravío de vez en cuando. La niña Ana Belén crece como toda señorita dejando que el mar azul irrumpe en el delirio de creer que el mundo no acaba. El mar azul posee la sangre de Ana María y de Ana Belén cuando ese mar posee la sangre, la identidad y el cometido en hacer de la sangre una sola virtud dentro de ese mar. La niña Ana Belén ya es toda una señorita y ya es toda una mujer siendo la sangre virtud, mancha y rastro dentro de ese mar cuando la niña Ana Belén observa a su alrededor y sólo ve sangre. La niña del mar azul llamada Ana Belén recorre el mar de esquina a esquina y de punta a punta dejando claro que la sangre no fluye más que el agua cuando en el alma se debate una ira insospechada de creer que el tiempo ocurre o transcurre como el mismo desenlace de pasar de niña a mujer siendo la señorita y la niña del mar azul. La vida transcurre como un pasado lleno de sangre cuando en el tiempo y como ley de vida se convierte Ana Belén de niña a mujer siendo ésta como una niña de sangre azul. La niña Ana Belén, la que es la niña del mar azul se convierte en toda una señorita cuando en ese mar azul hace un rastro enorme, gigante e inmenso de sangre arrastrado por la corriente en el mar azul. La niña no se percata sino que cree que es un tiburón o un pez del mar que la muerde y la hiere en la piel. La niña Ana Belén tuvo un desbordante encuentro con una plétora sangrante y abundante entre sus piernas cuando tan sólo jugaba en el mar. La niña Ana Belén forma de manera tal en el mar un rastro o un episodio del periodo que le llega inesperadamente en una menarquía que sólo quedó herida. La vida de la niña Ana Belén cambia de tal manera que su madre le aconseja cosas buenas que sólo las mujeres sabemos hacer. La niña Ana Belén se aferra al deseo en volver y querer jugar en ese mar desde que nació lo observa y lo mira desde la cuna y desde el balcón de la casucha temiendo que algo pueda suceder. La niña Ana Belén ya es señorita y se debate en un ir y venir hacia el mar y el mar con olas bravías es inconsecuente cuando delibera una corriente y la niña la percibe porque tiene experiencia en ese mar azul desde que nació.
La niña Ana Belén siendo la niña del mar azul nunca ha tenido un accidente en el mar, sólo que conoce al mar como la palma de su mano. La niña Ana Belén lo que desea es abrir brecha en ese mar tan profundo como el color de sus ojos. La niña Ana Belén no desea tener un accidente en el mar y ella con tanta sapiencia y experiencia en ese mar azul sólo quiere nadar y jugar con las olas del mar, aunque ya es una adolescente. La vida de Ana Belén se torna más estable que nunca sobre ese mar azul sosegado, aunque, a veces es bravío como el tormento frío como desde niña, ella lo observó. La niña Ana Belén siente y presiente que su insistente corazón está ahogado en el mar azul de tanto y por tanto desde que nació en ese mar azul que es su inmensa estancia. La niña Ana Belén se aferra a ese mar azul si desde pequeña nace en ese mar azul siendo la niña del mar azul. La niña Ana Belén se aferra al mar y a sus olas como bate en la orilla dejando una espuma del mar creciendo como ésa niña siendo la niña del mar azul. La niña Ana Belén recorre de punta a punta y de esquina a esquina ese mar azul en la tibia arena buscando siempre con el mar jugar. La niña Ana Belén junto a su madre Ana María recorren de esquina a esquina y de punta a punta a todo ese mar azul cuando la niña es toda una señorita. La niña Ana Belén con experiencia en nado y conociendo el lugar es incapaz de poder ahogarse en ese mar azul cuando entre su alma y su corazón hay sincronización, un sólo latido y con una sola luz. La imponente percepción que posee la niña Ana Belén ante ese mar azul es ser la única dueña de ese mar azul cuando ocurre y transcurre el frío tiempo como de costumbre. La niña Ana Belén con la frialdad que posee en el cuerpo por ese mar azul no se detiene en sucumbir, zambullirse y nadar en ese mar azul que tiene de frente cuando en la casucha y desde ese balcón Ana Belén recorre de punta a punta y de esquina a esquina a todo ese mar azul que la rodea. La niña Ana Belén se torna cada vez más impetuosa con el destino y el camino frío de entrever hacia ese mar para nadar, disfrutar y jugar en ese mar. Los pies de la niña Ana Belén en la arena tibia se aferran al recorrer a la playa de orilla a orilla con esa espuma efervescente que sólo la deja llegar hasta el mar y poder nadar en el mar azul siendo la niña del mar azul. La vida de Ana Belén siente una triste percepción cuando ocurre lo que transcurre en el tiempo y más en la osadía de creer que ese mar azul es como el mismo cielo azul que empieza a decaer sobre el mismo tiempo. La vida de Ana Belén se aferra al frío desconcierto en poder creer en el imperio sosegado de dar una sola verdad y era que todo era frío como ese mar azul aunque el sol resplandezca, brille y le otorgue el calor a ese mar azul, a los pies de Ana Belén y, siendo la niña del mar azul Ana Belén. Si Ana Belén se aterra al frío desastre de creer que el tormento y la tempestad se aferran al mar azul destrozando todo menos la vida ni a la casucha de Ana María a la orilla de ese mar azul y siendo la niña del mar azul sólo quiso ser como el dolor o como el frío desenlace fatal de su propia vida y existencia cuando ocurre lo peor. La niña Ana Belén sabe, conoce y presiente que en ese mar nunca se ha de ahogar y todo porque lo conoce de punta a punta y de esquina a esquina cuando se atemoriza de un dolor inconsecuente. La niña Ana Belén conoce directamente e indiscutiblemente a todo el mar azul siendo la niña del mar azul y más que ser como una sirena sólo entristece cuando no puede jugar con el mar azul. La niña va de rumbo en rumbo, de dirección en dirección, de mundo a mundo cuando en el altercado frío y tan friolero se percibe que el mundo no acaba ni con la fría percepción de ver, sentir y percibir al mar azul en su propia piel decayendo en el frío nefasto de todo un mar azul con olas en la orilla y dejando espuma en la orilla de todo ese mar azul.
La niña Ana Belén recorre de punta a punta y de esquina a esquina todo ese mar azul siendo la niña del mar azul que juega entre esas olas de mar azul. La vida corre ser como la vida inesperada de un sólo destiempo, o un mal desenlace frío y tan fatal como lo era nadar, zambullirse y sucumbir en un delirio y tan delirante en saber que el desenlace frío se siente como el frío en nadar y nunca más ahogarse de frío y de un tiempo tan nefasto como lo era en ser la niña del mar azul. La niña del mar azul se convierte en una nadadora experta en todo ese mar azul cuando el frío desenlace de su vida y de su existencia corre la niña Ana Belén un gran peligro. La niña Ana Belén siente una mala percepción cuando ocurre lo peor en su vida y fue que al nadar una mala corriente entre las olas arrastra a la niña Ana Belén. Ana Belén se aterra al frío desconcierto de creer que el mundo es tal como es y que el desastre autónomo en caer rendida en ese mar impetuoso que recorre con sus ojos a todo ese mar azul e impetuoso y tan bravío entre sus olas que es tan peligroso y llega hasta la orilla. La niña Ana Belén se siente aferrada al frío de todo un mar azul cuando cruza de esquina a esquina, de punta a punta a todo ese mar impetuoso y bravío si en el insistente mar la niña recorre a ese mar nadando, puede zambullirse y sucumbiendo en un sólo nado como lo es un ser náufrago perdido, pero, Ana Belén no era un náufrago sino una niña que juega con el mar azul. La vida para la niña Ana Belén es delictiva cuando de un balcón cae estrepitosamente hacia la arena frente a todo un mar azul y salado. La niña del mar azul llamada Ana Belén no se ahoga en ese mar impetuoso ni mucho menos bravío cuando en el trance de la verdad se aferra al desafío inerte de creer en el alma sosegada de un sólo espanto cuando pernocta la niña Ana Belén hacia ese mar impetuoso, sosegado y bravío de vez en cuando. La niña Ana Belén se aferra al frío desconcierto de creer en el embate de dar una premisa en tocar con sus manitas por vez primera a ese mar bravío cuando de bebé la lleva su madre Ana María por el sendero de todo ese mar azul y de todo ese mar bravío y sosegado. La niña Ana Belén se aferró al frío desconcierto en poder creer que en la vida se pierde como se pierde un mal desenlace de ver, de sentir y en percibir la forma de atraer en la vida un sólo mal desconcierto frío y tan friolero como el mismo tormento en dar un freno en la vida y no, no, no, era así. Si la forma de atraer en la conmísera mala atracción en poder ser como el viento o como el mismo invierno frío de atraer la forma más viva de la niña Ana Belén en caer en el mismo mar azul sosegado, templado y muy bravío. La niña Ana Belén se aferró al frío y más a esas olas inertes de creer en el alma sosegada como es templado ese mar abierto en creer en el desierto frío como todo ese mar bravío en que la niña Ana Belén no se ahoga ni por un minuto ni un segundo. Si en el alma sesgada y oblicua se enternece como el deseo o como el ir y venir lejos de ese mar templado o sosegado en creer en el alma muerta de un sólo espanto cuando la niña Ana Belén se aferra al inerte mar cuando ocurre el delirio delirante de creer en el alma una sola mala insistencia en caer sobre esas olas de ese mar azul siendo la niña del mar azul. Y en la casucha de la madre Ana María marca una sola trascendencia friolera y tan fría como el delirio delirante de creer en el trance de una sola soledad cuando la niña recorre de punta a punta y de esquina a esquina a ese mar bravío en la orilla de ese mar impetuoso. La niña Ana Belén cree en el desenlace frío y tan delirante en caer sobre ese mar sin poder ahogarse jamás, cuando ocurre el delirio delirante de caer en ese mar sosegado e impetuoso como ser tan bravío cuando la niña Ana Belén se aferra a nadar sobre ese mar impetuoso y tan bravío.
Y fue un día templado, inerte como ese sol sosegado e impasible como el tormento e insípido como lo contrario en ese mar salado. La niña Ana Belén en el alma no se abstiene de un sólo mal deseo y de un mal común cuando la niña Ana Belén quiere y desea sólo en converger en el mar azul nadar, zambullirse y sucumbir en ese mar azul siendo la niña del mar azul. La niña del mar azul Ana Belén se siente como se percibe y sólo en una amarga soledad en caer desde el balcón como está acostumbrada en ser un sólo delirio delirante cuando ocurre el trance de ver y en poder sentir al mar azul desde sus propias entrañas cuando la niña llamada Ana Belén se torna exasperada como un sólo mal insistente y por un cálido mar. La niña cae desde adentro de ese balcón de la casucha de Ana María cuando en el trance directo de la ansiedad cree la niña Ana Belén en caer desde ese balcón hacia la arena tibia de sus propios pies hacia todo ese mar azul y tan cálido. Si la niña Ana Belén como es el rico tormento en poder creer en el trance de la rica verdad en que ese mar era sosegado y que guarda una eterna sirena en ese mar bravío como templado. La niña Ana Belén se aferró al cálido mar y al desértico frío en ese mar y era un sólo tiempo cuando ocurre la desgracia y la frialdad de ese mal tiempo y siendo la niña del mar azul, sí, Ana Belén, ocurre el trance perfecto de la ira sosegada y templada de un mal tiempo como ese mar abierto cuando en el trance de la verdad se le ocurre a la niña Ana Belén cruzar hasta la orilla de ese mar impetuoso y bravío. Y, Ana Belén en donde se cuece el alma de una fría tempestad, si la niña Ana Belén se torna exasperada como el mal tiempo en que se cuece el alma de fríos y de tempestades frías. Si la niña Ana Belén se aferra al frío desastre en poder creer que al caer desde el balcón por correr hasta la orilla de ese mar sosegado, templado y tan bravío como dejar en el alma una sola verdad y tan inocua cuando en el alma de la niña Ana Belén que corre hacia el mar desértico y tan frío como la pureza de la verdad en que se cuece el alma de un cálido sol que recorre a ese mar azul siendo la niña del mar azul. Y, Ana Belén como una niña del mar azul cuece en el alma una sola verdad insistente si ocurre el desastre de creer en un sólo capricho exótico de converger entre esas olas del mar azul y de todo un mar desértico, cuando la niña Ana Belén recorre después de caer por ese balcón como todas las tardes a nadar y zambullirse en ese mar azul como una nadadora experta, pero, sin saber y ni tan siquiera sospechar que ese mar azul, sólo, sería una muerte y tan segura como poder ser una sola verdad inocua, pero, tan transparente como el translúcido mar azul que queda inmortal como perdido todo ese mar abierto en que la niña Ana Belén siendo la niña del mar azul se convierte en una eterna sirena de ese mar azul. Y la niña del mar azul, Ana Belén sólo siente y presiente un mal común en que se debate su vida entre la vida y la muerte cuando una corriente la lleva lejos de la cuna o de su origen cuando en el tiempo ocurre y transcurre en ese mar azul que la vida de la niña Ana Belén corre un delirio delirante de caer rendida, muerta y ahogada en ese mar azul. La niña Ana Belén recorre desde el balcón de punta a punta y de esquina a esquina de ese mar azul irrumpiendo en el trance perfecto en caer sobre ese mar azul en que la vida le atormenta de un sólo deseo en navegar, nadar y zambullirse en ese mar que Ana Belén conoce a perfección, pero, ni siquiera saber ni sospechar que hay una piedra enorme en el mar azul y que la niña muere en contra de ese mar que bate contra esa enorme piedra cuando la sangre recorre de esquina a esquina y, aunque, la niña conoce a ese mar no se percata de la gigante piedra que siempre Ana Belén le temía en ese mar azul. La niña Ana Belén muere en el acto y la sangre derramada sobre ese mar azul fue como la sangre que derramó Ana María al parir a Ana Belén y cuando fue señorita la niña Ana Belén, con la cual, fue la misma sangre que derramó siendo la sangre punto de partida para comenzar toda una vida y siendo señorita la sangre que derramó en ese mar azul sólo fue preámbulo o premisa para ser Ana Belén, la niña del mar azul con sangre azul.
FIN