No te iniciaste nunca
siempre estuviste en mí
y jamás terminarás
porque no tienes fin.
Eres la fuente del latido primitivo
de mi inocente corazón nonato y
-un ángel me lo susurró-
serás la del último.
Le creo.
Te hiciste compacto, palpable,
un breve suspiro de mi tiempo.
Eso lo extrañaré hasta mi muerte,
en el más allá y aun más lejos.
A veces escudriño tus ojos en medio de las gentes.
Otras, busco tu piel en cuerpos que dicen quererme
a ratos, incluso, he dicho estar enamorada,
pero no, tan solo lo he creído.
Más no lloro, para mi consuelo,
existe un lugar donde te vivo,
donde siempre te encuentro.
Donde te traigo
y rendido vienes
-inevitablemente-
como sol al agro nuevo
como huellas al camino
como aguacero al océano.
Un espacio de donde no deseas huir
porque no le ronda el temor a sufrir.
Un lugar que solo entiende de regresos,
con un lecho cálido, que es todo un hogar.
Una franja celeste y naranja
de perdón, fuego y eternidad.
Amor posible e imposible,
amor de mi rara existencia,
en mi poesía siempre podremos dialogar
ser francos, abrir nuestro corazón
y si queremos, y si lo deseamos,
poseernos con pasión y libertad
como calandrias dueñas del viento
con las alas y el alma en paz.
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P-Car
Paty Carvajal-Chile
N°1520 – 13.07.2023
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