Tus silencios me dan dentelladas
en el fondo del alma,
abrasándome el pensamiento,
escociéndome los párpados por el lamento
de tantas veladas esperándote,
tras el postigo de mil noches.
Por momentos siento renacer una tenue esperanza
que asoma callada a mis resquicios,
de una fe encallada
en el oscuro claustro de mi corazón penitente
que empuña la palabra como arma,
en la esperanza de algún día poder oírte y verte.
Quisiera escribir este poema
con los ojos luminosos por el gozo más pleno,
pero solo puedo deletrear que no es tarde del todo,
y que aun me queda la esperanza
de abrazarme a la vida
si algún día tu sol y tu río podrían llegar a ser míos.