¿ Porqué te conocí, porqué me llenaste en un instante, si ahora no podré vaciarme de ti en toda una vida ?
Entre sueños y lágrimas, con el pensamiento invadido de dudas.
Ni un instante he dejado, amor, de sentirte,
de saberme envuelto por tu mirada,
dulce y veraz, que en noche enamorada
me enamoró, embriagándome la vida
con el negro vino de tus ojos negros.
Te he amado, amor, desde la distancia
agrandada por la duda y por el sueño,
por las templadas lágrimas que me acosan
desde el miedo a la decepción, a la esclavitud
del pensamiento fracasado, sin codicia.
Te he amado en instantes de poesía
amalgamada con música leve
salida en sinfonía cadenciosa
de mi desbordada y abatida calma;
te he amado en los sueños idealizados
surgidos con la nada de la noche rigurosa,
alentados con la imaginación,
celda donde se refugia mi libertad
con carcelera apariencia.
Pero algo recorre ahora mis frágiles venas
con cada latido de mi corazón ahogado,
en cada inhalación de oxígeno aspirado,
en cada sonido y color llegado a mí:
mi amor te desea tangible, en cuerpo
enaltecido por mi superviviente voluntad.
Porque no eres etérea como la imaginación,
ni fugaz como los sueños enfurecidos,
ni opresora como el miedo resignado,
eres una mujer con imaginación,
con sueños, con miedos, con afectos.
Hoy, en el diccionario de mi vida,
amor tiene un sinónimo converso: eres tú.
Acaso nunca lo sepas de mi mismo,
acaso porque mi escardado destino
se derrame separado en esta ilusión
que es mi vivir con la ofensa de la duda,
pero mi amor tiene tu insonoro nombre,
tu silueta, tu respirar, tu cuerpo
y un manjar desconocido: la esperanza
que el cielo, entrañable enemigo mío,
ha dispuesto, como un banquete nupcial,
con la florida penitencia de tu olvido.