De adobe las paredes, el techo de teja,
una estropeada puerta de doble hoja
un endeble banco sumido en su congoja
la vieja cabaña, de solitud, se queja.
Cuatro pilares frontales sostienen
el peso del techo y el de los años,
de fríos inviernos y abrasadores veranos,
fúricas ráfagas que por nada se detienen
¿Cuánta historia de una época pasada?
¿Cuántos, en esta casa, con vida, nacieron?
¿Cuántos bajo este humilde techo murieron?
Nadie sabe, nadie, a nadie ha dicho nada.
Una pequeña planta golpea la puerta,
¿alguien vive aquí? Pregunta susurrando,
no, responde el eco murmurando
la última que vivió aquí, la llevaron muerta.
Una pálida rama acaricia la vetusta casa
mientras husmea por la pequeña ventana,
los eucaliptos , haciendo fila humana
protegen lo que queda de la humilde casa.
Así, quedan las casas cuando envejecen,
así, quedan los padres, cuando los hijos crecen.
La casa
no tiene la acostumbrada cruz en la cumbrera,
talvez la cruz que cargó su dueño fue suficiente, o
Quizás no tuvo dinero, o, talvez, no era creyente
Autor: Mario cabrera (mariocaba) enero 30 2022