Persigo una rosa blanca
y en el jardín no la veo,
tampoco en balcón alguno
ni en el parque ni en los cielos.
Lo que ocurre es que la rosa,
que yo busco, en el paseo,
es una rosa distinta
que al mirarla me estremezco.
Rosa, tal vez, solitaria
del verano y del invierno
con primaveras floridas
y en otoños de recreo.
Pero insisto, en que esta rosa,
tiene un valor y su precio
no se tasa en los mercados
ni se paga con dinero.
\"rosa la más perfumada\",
como dirían los versos,
de aquel poeta de antaño,
que los dejó en su cuaderno.
Y es que sus pétalos lisos
son como suaves pañuelos
que te embriagan de frescura
y que estremece tus huesos.
Yo busco la rosa blanca
en este día de enero,
y en la semana que empieza
para robarle sus besos.
Los que a ella le dejaron
unos labios que eran frescos,
y dejaron la ternura
que me enamoré de ellos.
Rosa blanca, rosa mía,
te persigo y no te encuentro,
a pesar de que te busco
y voy temblando de miedo.
Rafael Sánchez Ortega ©
23/01/24