Incrementan las ansias inmortalizándose en mi alma
por morar perennemente en este sueño de dulzor,
no obstante que los embates de demonios a cada rato
envisten a mi ser y en el llanto pierdo la paz,
con lágrimas que en piras calcinan a mi rostro;
mis remembranzas claman por la perpetuidad del instante
en que besaste a mis pensamientos y se atrabancaron,
dime, mujer, qué hago con este corazón en su pertinacia,
con esta conflagración en la que mis bríos sin control
me mantienen viviendo en magines y quimeras,
tan sólo por soñarme durmiendo entre tus labios,
tan sólo por la ilusión de amarte y que me ames,
y percibirme por los cielos llenándome de gracia y por los doctos
colmándome de aprobación, para detener el tiempo en la magia de la unión
de nuestras almas perpetuando así nuestra pasión que se sacraliza y recibiendo del cosmos la excelsitud de su bendición.