En un vaso ocioso de café,
flotan imágenes vacilantes,
de pensamientos que el tiempo,
recorriendo su camino atrapó,
incitándome al amor inmortal,
al amor que brilla a mi alrededor.
Ahora que mi conciencia se aclara
quebrantando mi soledad,
sin engaños, fluyo a la honestidad
y en la tormenta que fue mi vida,
me entrego, pero quiero más,
no puedo vivir en entregas,
sí mis manos están atadas,
sí mi cuerpo está magullado.
Sin nada que ganar o sin nada que perder,
un océano me separa,
¿cómo puedo decir por siempre?
donde quiera que esté,
será necesario que mi corazón
lo de por sentado.
Al final, a donde quiera que vaya,
yo estaré esperando lo que sea,
aún, sí mi corazón se rompiera.
Andrés Romo
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