A los pies de la cruz vi,
cómo silvestres lirios nacían,
crecidos por el invierno
que a la primavera precedían.
Ingenuos luego mis ojos
¡creyeron en el frio eterno!;
pero fue mirarte y comprender,
que el invierno había muerto.
Detrás un blanco marfil,
!mi pueblo y mi cuna¡
Gente, campos y calles
la esencia de mi fortuna.
Por este abismo vuela mi suerte
aún impregnada de los versos,
que a este mismo lábaro
le pedía con mis resos.
Y al fin tú, prendida a mi cruz
con las huellas de fondo;
sabiendo que fuistes de mi alma
el deseo más hondo.