No sé nada, no entiendo qué pasó.
Ayer eras mi compañera, mi ancla en la tormenta.
Hoy te desvaneces como la niebla,
te cubres de misterio, escondes tu rostro.
Apagas la luz de tus ojos, apagas la luz…
Te escondes entre las sombras,
solo escucho tus plegarias.
Le ruegas al Padre bondadoso
que me aleje de tu mirada,
que vuelva a mi barco varado,
que no mire el pasado,
que zarpe de inmediato hacia el mar…
En el muelle de la tristeza
dejé tus besos naufragar.
Y emprendiendo el regreso
a quién sabe qué puerto voy a llegar…
Te observo a la distancia
con el corazón roto,
tu dedo índice sobre tus labios rojos
silencia el bramido de las olas en el mar.