Nada dicen los libros
sobre cómo adentrarse
en un mar proceloso
sin salir malherido…
Solo vuelan los pájaros
libres, gráciles, mínimos;
y si un hombre con alas
quiere alzarse en los aires,
el poder de la parca
lo arrincona en el suelo…
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El silencio del sueño
nos consuela, meciendo
nuestros brazos de niño,
que escapó del averno
y alcanzó en la mañana
un abrazo de sílfide…
Y sus párpados leves
me acunaron, tan suaves
que escapé, por momentos,
de un presente en tinieblas,
alcanzando entre nubes
su mirada insondable…
sus extraños adentros…
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Mas volví en la mañana:
tras sus besos sedientos,
encontré los silencios
obligados del mundo,
pues los sueños nocturnos
se mantienen ocultos…
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Y a pesar de los tiempos,
continúo en las noches
el rumor de su aroma.
Y la encuentro, escondida
entre flores de viento,
y de nuevo, sin freno,
mis abrazos invaden
territorios ignotos,
paraísos tan álgidos,
como el sol embrujado
de su cuerpo despierto…