…Y estabas hermosa, radiante, luminosa.
Tu melena de ámbar danzaba con el aire,
Y tu aroma de canela y clavo me embriagaba.
Tu sonrisa dibujada en el espacio
Formaba constelaciones inmensas, brillantes, eternas…
Vestías de blanco como una santa,
Pero tus caderas eran de una diosa.
Hablabas de teología y poesía,
Y yo me perdía.
Tras el sonido de tu voz encantada.
Busqué retener tu mirada,
Ansiosamente, desesperadamente.
Llamar tu atención en la lejanía,
Y te desvanecías…
Llevabas contigo tu melancolía, silenciosa, profunda.
Por un instante sentí que eras mía.
Y te vi cargando a un niño en tus brazos.
Me lo enseñaste a lo lejos, y era mi cara.
Fruto de un amor de ensueño.
Que no se acaba,
Ni cuando cierro los ojos,
Ni cuando estás frente a mí.