Para tus ojos donde la luz aurea se enrosca:
¡Un amor lento y dulce, ineludible en la aurora,
merodeando tus páginas en blanco…!
Para tus pies desnudos:
¡La carne del agua silvestre y pudorosa,
con sus extrañas formas, elevándose para nutrir
tus piernas largas y perfectas…!
Y para tu cabellera:
¡Mariposas vivas en el aire con el deseo del viento
desde tu boca,
espantando el dolor oscuro que me arrastra el alma!
Y cuando me llegue la tristeza y todo se haga gris
de camposanto en las alas del pájaro del luto:
¡Mi cuerpo será tu cuerpo que se ha ido…!