Te observo desde lejos, bien atento,
Como quien vigila a una insaciable fiera,
Que acecha oculta entre la maleza, inmóvil,
Y aterra a sus víctimas con su mirada.
Camino con cautela, sin movimientos bruscos,
Para evitar el recuerdo, del último encuentro
Tu instinto despiadado olfateó mi miedo,
Y esperaste el momento, y te lanzaste sin pena.
Justo cuando estaba derrotado por dentro.
Tus garras implacables, despedazaron mi alma,
Mordieron tus colmillos mi esperanza crédula,
Y en mi sangre te bañaste como loba posesa.
Y danzaste frenética bajo la luz de la luna.
Por eso me cuido, cuando te veo de cerca.
Y evito hablarte de cualquier excusa,
No quiero recordarle a la bestia esa,
Que sigue viviendo dentro de ti,
Que sigo mal herido, por tu hechizo,
Hinchado de rencor, ardiendo en mí.