Darío Méndez

La Loba

 

 

Te observo desde lejos, bien atento,

Como quien vigila a una insaciable fiera,

Que acecha oculta entre la maleza, inmóvil,

Y aterra a sus víctimas con su mirada.

Camino con cautela, sin movimientos bruscos,

Para evitar el recuerdo, del último encuentro

Tu instinto despiadado olfateó mi miedo,

Y esperaste el momento, y te lanzaste sin pena.

Justo cuando estaba derrotado por dentro.

Tus garras implacables, despedazaron mi alma,

Mordieron tus colmillos mi esperanza crédula,

Y en mi sangre te bañaste como loba posesa.

Y danzaste frenética bajo la luz de la luna.

Por eso me cuido, cuando te veo de cerca.

Y evito hablarte de cualquier excusa,

No quiero recordarle a la bestia esa,

Que sigue viviendo dentro de ti,

Que sigo mal herido, por tu hechizo,

Hinchado de rencor, ardiendo en mí.