Desde la azotea nos observan ángeles
que vigilan siempre nuestros pasos quedos…
Miran nuestros ojos, lágrimas calladas de otros tiempos
lánguidos envidiando, eternos, nuestras simples vidas…
Somos hombres solo, carne, espíritu, alegría,
miedo, noche, sol y día… tantas cosas pobres
que no valen nada… y que tanto valen
al cerrar los párpados para el mundo siempre…
Humanos sin alas… tanto en la mañana
como en la nocturna vela de una vida atónita…
Los ángeles, quieta su mirada, nos vigilan
lánguidos, queriendo abrazarnos sin poder
hacerlo… Desde la azotea, nos vigilan ángeles…