En el silencio, donde el eco se pierde,
la soledad se asoma y el miedo muerde.
Un lienzo de sombras, un verso en pausa,
explorando los matices de la propia calma.
En la quietud, un murmullo de pensamientos,
la soledad es un océano de sentimientos.
No siempre triste, a veces en paz,
una paleta de emociones, bajo la manga de un As.
En la penumbra, el autoencuentro crece,
un tiempo a solas donde el ser se enriquece.
Refugio en el silencio, para el corazón,
donde germina la semilla de la reflexión.
Pero cuidado, que si la oscuridad persistente,
la soledad puede volverse sombra latente
y el anhelo de conexión un llamado claro,
pues el ser humano es un ser social.
Así, en el vaivén de la dualidad,
la soledad es un arte, una nueva oportunidad.
Aprender a bailar con ella, en armonía,
es encontrar la balanza de la vida día a día.
En el concierto de la existencia, melodía,
la soledad y la conexión son poesía.
Descifrar el mensaje que cada una porta,
es hallar el equilibrio que al alma reconforta.