Al cruzar el recinto
como si fuese el sutil viento
siente la frescura de su presencia,
acuciosa busca su sonrisa
y esa tierna caricia que, la desalma.
El respeto y la pasión los alinea
como un eclipse lunar,
en esas horas de apogeo
los cuerpos entrelazados
precedidos por las ansias,
convidan a la relación sexual.
El goce fluye con los besos
toqueteos en las partes íntimas,
y con la apoteósica penetración
la viscosidad fluye a raudo,
sellando el idílico romance.