La voz emergía del fondo,
Desde el rincón de la televisión,
Hendía y penetraba la sombra
Aquel sensual esbozo, finito
La ventana abierta, inmutable,
Reverberaban largos cabellos
Trasluz del dorado sol de mediodía;
Yo, lejos, sucumbí a la seducción
Parecía enamorada, al horizonte,
Por entre verdes abetos transitaba,
Cual inmenso mar de sensaciones,
Tras la esmeralda del delirio
Me acerqué a ella, al vacío,
Su cálido cuerpo emitía pasión,
Su perversa mirada, inmóvil,
En un insólito punto, próximo
Mi mano acarició el desnudo
Cuerpo, rosados y suaves pliegues
Suavemente por la arqueada efigie.
Aterciopeladas sus caricias, sus besos
En mí, se abrió templado arrojo,
Ardiente y temerario, el miedo,
Rozó la bizarría de mis músculos,
Calando, impactando en mi ánimo
Tras su desnudez sentí la sustancia
Del cálido y membranoso resquicio,
Livideciendo el azafranado crepúsculo
Escudriñando deleitación sensual
La materia expandía el recurso,
Refulgían aquellos últimos destellos y
Tras la ventana, abierta, hechizaban
Los lucíferos, en rutilantes hados
¡Y la noche, frunció los lienzos!