Busquemos los versos
como hacen los niños,
cantando y jugando,
lanzando suspiros.
Quizás, de esta forma,
seamos sencillos,
sintiendo en el alma
nacer el cariño.
Abrir las pupilas
al mundo tan vivo,
y viendo las sombras,
la luz y los guiños.
Veamos las letras
del verso infinito,
que surge del cielo
mostrando caminos.
Y luego marchemos
en busca del limbo,
verdad e inocencia
en versos unidos.
Seamos sinceros
en nuestros escritos,
con letras de sangre
si fuera preciso.
Busquemos los versos
del hombre y del niño,
que va en nuestras almas,
soñando y dormido.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/01/24