La última guerra será
para acabar con las palabras.
Primero atacarán los verbos
con suma alevosía,
se trastornarán las acciones
de un punto hacia atrás
hasta que no quede rastro
de argumentos
en todos los contornos habitables.
Después pasarán a ser victimas
los adjetivos,
se perderá la forma de detallar
un arquetipo,
y la realidad de describir
cualquier objeto inevitable
y otros no tan necesarios.
Seguirá la catástrofe
con los adverbios,
que, sufrirán un cambio total
debido a la gravedad
de la destrucción masiva:
lugar, modificación,
hasta el mismo género, quedarán hechos
pilas de cenizas en el campo de batalla.
Después continuarán
con la eliminación de las preposiciones:
puño, error, jerga.
Explosión masiva de conexiones e ideas.
No habrá ubicuidad ni complementos,
solo quedará una línea vacía
hacia lo ignoto.
Finalmente se acabarán los nombres:
se habrá de olvidar
la denominación
de eso que nos rodea.
No quedará palabra
para saber quién ni cuál:
el mundo ya no será mundo,
sino vacío sideral,
integridad mitológica
de alguna novela de ciencia ficción.
Al final de esta matanza,
nos quedaremos, todos,
sin excepción ninguna,
sin poder volver a decir una palabra.