Recoge las caricias y suspiros
del día que amanece muy temprano,
recibe las caricias de su mano
en forma de reflejos y papiros.
No busques las riquezas y zafiros
del astro que madruga tan temprano,
si acaso la palabra del hermano,
que cede su sonrisa por serviros.
Arranca de tus labios ese beso
que busca el beso amado, estremecido,
y siente su sabor con embeleso.
Acaba este poema, enloquecido,
y deja al corazón, que vuele ileso,
buscando al pecho amado y su latido.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/01/24