Que lentitud la de este reloj que se empeña
en ladrar, en medio del silencio,
por encima del cansado y viejo corazón.
Qué manera de bajar, de ir para arriba
yendo hacia lo hondo,
hacia debajo de todos,
mirando el horizonte, bien peinado, orondo
y con el sombrero formal…
¡Algunos nacen tristes, como si nacieran
de su tumba!
Como si llegaran cargados de viejo tiempo,
abandonado,
arrastrando algún cadáver que no quiere irse
todavía, ni ser olvidado.
¡Que lentitud la de este reloj que se empeña
en seguir latiendo…!