El verano abrió la llave de los frutos dorados,
y entre los rojos y verdes
amarillos y azules...
me quedé sin habla con el vértigo de tu danza
endemoniado con tu desnudo.
Los aromas y tonalidades
de las manzanas y las uvas,
estimularon mi deseo con la vista
para dar gusto a la mordida
y llegar al escanciado de los jugos.
Y con el cálido rito del tacto y la caricia
llegó el toque de retreta,
en la semántica del sueño y la calma infinita
bajo infinitas lunas.
¡Qué placeres las frutas!
Que van por la vida
con la carne y su lujuria
hacía un otoño de ceniza.