Hermann Garcia

¡Era él! Cuando nació...

-¡Fue niño, fue niño! Un hermoso varoncito, grande, fuerte, lloró con una emotividad tan grande que estremeció a todos, parece como que le urgía salir al mundo, parecía desesperado por nacer, es un niño único, no te lo digo por que es mi único nieto, sino más bien por lo que reflejan sus ojos, ¡si!, los abrió ya, unos bellos, grandes e imponentes ojos que parecen reflejar  un gran compromiso con la vida, una fuerza indescriptible, hermoso, hermoso, si, tiene el lunar de su abuelo, justo del lado izquierdo del ombligo, la misma forma, la misma señal- Fue lo único que pudo escuchar el empleado del hospital, que en ese momento trapeaba el piso de la sala de espera, justo cuando aseaba el área de los teléfonos públicos, se llamaba Juan, era un hombre alto, fuerte, de cabellera abundante color negro, de alrededor de cincuenta años, callado, no se le conocía amigos, familiares ni nada. Vivía en un pequeño cuarto que alquilaba, al otro lado del hospital, allí, con una cama, estufa, refrigerador, todos los días observaba el espejo y sonreía y se dirigía a su trabajo, esperaba el momento adecuado, justo cuando toda la familia de la recién mamá estaba más sonriente, hacía un ruido que llamaba la atención y los fotografiaba a todos con su cámara instantánea y vendía la foto, es así como se ganaba la vida, hasta que se día, ese niño del que hablaba la abuela por teléfono, le resultó familiar, alguien conocido. ¡Era él! Cuando nació...