Pasé a tu lado, y cerca, en la mañana,
y vi la rosa roja, estremecida,
había mucho frío en el ambiente
y tú le saludabas a la vida.
Eras el sol que madrugaba
la flor que se lamía sus heridas,
el agua que corría por el río,
la fuente tan ansiada y tan querida.
Y me quedé mirándote en silencio,
buscando tu presencia y tu caricia,
y allí me despertó de un dulce sueño,
el rayo de tu luz en lai mejilla.
Entonces regresé hasta tu lado,
besando con mis labios tus pupilas,
y luego en tus oídos, temblorosos,
te dije que te amaba y te quería.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/01/24