Crecimos juntos, éramos amigos,
tú la princesita y yo el rey feo,
llegada la edad adulta
hiciste tu vida
y yo tenía el corazón descalzo,
murió al año tu consorte,
me llamaste y nos quedamos juntos,
continuamos jugando,
pero al poco tiempo, un día,
te llevaron al otro mundo,
de aquel en que no hay regreso,
mis años pasaron lentos,
veneraba los recuerdos nuestros,
ya viejo, encontré un diario de vida tuyo,
y sucedía que tus sentimientos hacia mi
eran los mismos que yo tenía hacia ti.
¿Cuán distinto habría sido todo
si los hubiéramos expresado?
Y más si hubiese sido a tiempo,
jóvenes antes de tomar tu propio rumbo.
Hoy me revuelvo en mi habitación
y muero de pena.