Te conozco,
eres el alba.
La luz desnuda,
la tibia leche y la mañana.
Eres la marea en el cielo,
una tormenta callada
entre sábanas blancas
y esas perlas humedas,
que llamamos lágrimas.
Eres la carne, la sed y el alma.
Fruta mordida,
el corazón en vuelo
y la calma vestida de esperanza.
Te conozco, mujer,
pasajera de todos mis sueños
y habitante silenciosa
del otro lado de mi cama.