No regreses todavía que aquí sigue haciendo frío y aún no tengo ojos para darte. Me muero por volver a verte pero antes debo poner en orden a estos endiablados nubarrones. Si vienes ahora mismo, lo mismo te contagio la tormenta y de verte como yo, me quedaría a un casi de la muerte.
Una vez aplacadas mis nefastas influencias, ya sabes que te espero a la salida del invierno, sumido en ilusiones florecientes, con la mirada encayada en el fondo del camino por donde llegarás, cumplidos ya tus sueños, con la sonrisa cargada de piedras preciosas, dispuesta a descargarme de pesares, y al tocarme tu voz me tocará la lotería, y al saberte feliz, hasta los tropiezos me sabrán a vainilla. Y desde ese instante en adelante, ya inseparables, del todo y sobre todo seremos lo que siempre debimos ser pero las dudas no se atrevieron a concedérnoslo. Por siempre y para siempre un par de cisnes con sus cuellos enlazados de aquí a la eternidad.