Azul de cianuro

La epidemia del olvido.

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El olvido es episteme
de las cosas que son cautas.
_proemio_

Hubo una tumba en la ausencia
donde murió una mañana
un hombre de edad senil, 
recuerdo que yo soñaba
que fuera eterna la edad
de su cabellera blanca, 
entre tanto que lo amé
se marchó con él mi infancia;
no pude nunca olvidarlo, 
su recuerdo me desgarra. 
Sentí que el cielo robó
los suspiros de mi alma
se llevó parte de mí
volviendo penumbra el alba
de soñadores errantes. 
Hubo una peste mundana, 
muchos hombres y mujeres
con sus cabellos de plata 
hasta su nombre olvidaron
y otras juveniles caras
transitaron por la vida
dejando pasar las aguas;
¿olvidar?, nunca olvidé 
la cara pétrea y pálida
de la muerte, se burló
de mi dolor su aura magra. 
Vi que olvidaron los pueblos, 
lo que nadie recordaba
era el dolor y la angustia;
cosas que de adentro sangran, 
prefirieron olvidar, 
yo no pude olvidar nada.

\"Olvidar el mal del mundo 
fue semejante a una plaga
no tuvo rostro el olvido
el insomnio fue una playa.\"
_____colofón____
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Azul de cianuro.
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Lo peor de la peste del insomnio no era la falta de sueño porque los lugareños sin muestras de cansancio se acostumbraron a no dormir ni de día ni de noche, lo peor fue el olvido. No se acordaban ni de cómo se llamaban ni para qué servían los utensilios del hogar. Marcaban absolutamente todo, hasta los animales y las plantas. Todo tenía que identificarse para saber su función. Ridículo para los visitantes, pero eficaz para los enfermos.

Macondo, a pesar de estar más plagado de temerarios, soñadores y elucubradores que de gente con sentido común, tomó sus medidas: reunieron a los cabezas de familia para explicarles lo que se sabía de la enfermedad, se recomendó a los forasteros no visitar el pueblo y a los que lo hacían se les prohibió comer y beber durante su paso porque la peste se transmitía por la boca. El pueblo cumplió el confinamiento. Tan eficaz fue la cuarentena, que llegó el día en que la situación de emergencia se tuvo por cosa natural, y se organizó la vida de tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir”.

¡Brillante Gabo!