Donde acude el olvido
de caducos otoños,
de horizontes malditos
del amor melancólico.
Donde el viento susurra
en distantes sollozos
los banales recuerdos
de las noches de insomnio.
Donde sufro silente,
al postrarme de hinojos,
ante el ara solemne
del candor de sus ojos.
Donde yacen las lágrimas
en eterno reposo,
donde duele el desdén
de su ingrato abandono.
Donde habita el vestigio
de pretéritos gozos
que se clavan con saña
por no ver más su rostro.
Donde el lúgubre abismo
del cinismo sardónico
se debate sin tregua
entre afectos y odios.
Donde ajada y marchita,
del rincón sigiloso,
se carcome en la ausencia
la visión de su foto.
En fin, en las entrañas
románticas de un loco,
donde mueren los versos,
donde el tiempo se ha roto.