Sopla el viento en la mañana,
y recoge con su manto, un cántico nuevo.
Lo acompaña el llorar de una bordona,
y el gemido de una gaita.
Esta melodía despierta en mí,
una extraña sensación de alegría,
a pesar que no había dormido,
pensando que era mía.
Una suave voz, como arroyo entre las sierras,
y a la vez,
potente como el galope de un potro,
entonaba “Merceditas” con acento lusitano.
Una chacarera de un viejo entrerriano,
que le cantaba a su amor como pocos.
Quedé encantado por los versos de sus labios,
que caían sobre mí, como lluvia de verano.
Y sin embargo…
No pude contener mi lamento.
Al darme cuenta que aún dormía.
Soñando que podría ser mía.
Una gurisa de Livramento.