Darío Méndez

Amores Platónicos Fronterizos

 

Sopla el viento en la mañana,

y recoge con su manto, un cántico nuevo.

Lo acompaña el llorar de una bordona,

y el gemido de una gaita.

Esta melodía despierta en mí,

una extraña sensación de alegría,

a pesar que no había dormido,

pensando que era mía.

Una suave voz, como arroyo entre las sierras,

y a la vez,

potente como el galope de un potro,

entonaba “Merceditas” con acento lusitano.

Una chacarera de un viejo entrerriano,

que le cantaba a su amor como pocos.

Quedé encantado por los versos de sus labios,

que caían sobre mí, como lluvia de verano.

Y sin embargo…

No pude contener mi lamento.

Al darme cuenta que aún dormía.

Soñando que podría ser mía.

Una gurisa de Livramento.