Atravieso la estepa
cabalgando en silencio,
mi caballo resuella
sin quejarse y al trote…
Cabalgando en silencio
pienso en todas las cosas:
en mi mundo de hierro
transformado en acero,
en el precio pagado
por un cambio tan drástico…
Pienso en tardes de otoño,
otras tardes sin límites
que trajeron ensueños
y quedaron grabadas…
Pienso en tantos momentos
de miradas y abrazos…
Y me encojo de hombros:
con mis leves palabras
y sus ojos de sílfide
mantenemos los tiempos,
salvamos las distancias
y, aunque nadie lo espera,
renovamos atónitos
nuestros besos etéreos…
Poco a poco su mano,
acercándose amiga
a mi espalda desnuda
me demuestra a las claras
que hacia el mar de las nubes
su mirada se acerca:
somos dos paseantes
asomándose intrépidos
y apretando los dientes
frente a muros y abismos…