Si pudiera elegir mis memorias
volvería a un otoño desolado,
elegiría una tarde anterior a mí
y la volvería primavera
llena de colores, de café en la mañana
y una edad de veinte años.
Volvería al atardecer
lleno de nubes e incipientes estrellas
y una luna que se cuela en el balcón.
Volvería a una noche sin pasado,
lleno de nosotros encarnizados
en risa, a la espera que mañana
no seamos la ecuación de un sueño.