Alberto Escobar

Te vi desnuda...

 

Si te pones
a pensar 
si me quieres
es que has dejado
de quererme.

 

 

Te vi desnuda
al trasluz de las sábanas,
el sol entrando potente
por un orificio
de la ventana, 
tu contorno circular,
escabroso de peligro,
sinuoso de curvas, 
sin señales de tráfico
que avise a navegantes, 
y tu olor entrándome
a borbotones, dejándo
en la estacada mis armas,
sucumbiendo a tanto asedio
un ejército en llamas
y blandiendo incompetente
todas las banderas blancas. 
Te vi desnuda y me quedé
contemplando tu amalgama,
tu estampa un cuadro
exhibido a una multitud
expectante, acordonado
tras una seguridad haciendo aguas,
y tu piel, con el rocío derretido
ya, pidiendo ser tocada y bebida,
y yo, ante tanta demanda, explayo
la lengua tentación abajo, sediento
de libar una savia que va cayendo
laderas abajo de tu fuente, que huele
que alimenta, y que deviene un elixir
que me dará como a un dios griego 
toda la eternidad que ahora preciso. 
Te levantaste al rato tras regodearte
maligna ante la lascivia que se iba dibujando
en mi mirada, y abundando en ese trasluz
adoptaste poses y posturas hasta levantar
mi guardia, al punto de no tener más remedio
que entrar a saco por las puertas sulfurosas
de un infierno harto de luciferes y brasas,
y reventando compuertas se proclamó exagerada
una hecatombe de corazones y escarcha, helada
de tanto invierno y tanta manta.  
Te vi desnuda
y mis pupilas dijeron basta.