Comienzo cada día
deteniendo el tiempo
con el alma quebrada
en el silencio de mi claustro.
No, no me dejo llevar
por la pena negra,
acostumbrada a los ojos fríos
y a las grises boiras.
Todo lo cuestiono
y apenas miro mi reflejo
sin lágrimas de almíbar
que cristalizan sin colores.
Alma mía,
no me des motivos
para pensar,
que si sueño
no querré despertar.