Capítulo 5: Corriendo Riesgos
Narra Ayelén
Me acerqué a Tomás para darle un beso, y él correspondió de inmediato.
- Te veo mañana - dijo sonriendo.
- Hasta mañana - respondí devolviéndole la sonrisa.
- Me gustas mucho, Chica Mermelada - dijo, fijando su mirada en mí.
- Tú también me gustas mucho, Pan - dije mientras lo besaba.
Me levanté, un poco sonrojada y riendo como una tonta. Intenté parar un taxi, pero ninguno me hacía caso. Odiaba cuando eso sucedía, hasta que alguien silbó muy fuerte y, al mismo tiempo, con una mano, detuvo un taxi. Volteé a ver y era Tomás.
- De nada - dijo orgulloso.
Estaba a punto de subir al taxi cuando él me jaló del brazo y me besó.
Subí al taxi y moví mi mano en señal de despedida, y Tomás hizo lo mismo. Le indiqué al chofer la dirección de mi casa y después de un rato estábamos por llegar. Le pedí que se estacionara unas casas antes de llegar para que mi papá no me viera llegar a casa.
Bajé del taxi y comencé a caminar rumbo a mi casa. Al llegar, pensé que no había nadie, pero rápidamente salió mi papá de la cocina.
- Ayelén, ¿dónde estabas? - preguntó mi padre, visiblemente alterado.
- Papá, estaba en una cafetería - respondí, tratando de sonar convincente.
- ¿Y por qué no me avisaste? - preguntó molesto.
- Intenté llamarte, pero mi teléfono decía que el número estaba fuera de cobertura - mentí, sintiéndome culpable por engañarlo.
Mi padre frunció el ceño, claramente escéptico.
- Eso suena extraño. Recibí algunas llamadas, pero ninguna de tu número. ¿Estás segura de que me estás diciendo la verdad?
Me sentí atrapada en una encrucijada. Sabía que no podía seguir mintiendo, pero tampoco quería preocupar a mi padre innecesariamente. Decidí omitir cierta información por ahora.
- Papá, lo siento. No estaba en una cafetería. Tuve un encuentro inesperado en la calle y terminé pasando tiempo con un amigo. No quería llegar tarde a casa y preocuparte, así que le pedí al taxista que se detuviera unas casas antes. Lo siento por no haberte avisado antes, pero no quería causarte preocupación.
Mi padre me miró con una mezcla de alivio y preocupación.
- Ayelén, entiendo que quieras tener tu espacio y pasar tiempo con tus amigos, pero es importante que me mantengas informado. Me preocupas y quiero asegurarme de que estés segura.
Asentí, sintiéndome aliviada de haberle contado parte de la verdad.
- Lo siento, papá. Prometo ser más transparente contigo a partir de ahora. Aprecio tu preocupación y te quiero mucho.
Mi padre me abrazó, mostrando su comprensión y cariño.
- Yo también te quiero, Ayelén. Solo quiero lo mejor para ti. Ahora, cuéntame más sobre este amigo con el que pasaste tiempo. Quiero conocerte mejor.
Sonreí, agradecida de que mi padre entendiera y aceptara mi situación. Comencé a contarle más sobre mi amigo, omitiendo por ahora que era mi profesor de matemáticas, emocionada de compartir mi felicidad con él.
- Bueno, papá, su nombre es Tomás. Es alguien que conocí recientemente y hemos estado pasando tiempo juntos. Nos llevamos muy bien y disfrutamos de la compañía del otro.
Mi padre me miró con curiosidad.
- Ayelén, entiendo que puedas tener amistades cercanas, pero debes tener cuidado al conocer a nuevas personas. No quiero que te metas en problemas o que te involucres en situaciones peligrosas.
Asentí, comprendiendo las preocupaciones de mi padre.
- Lo entiendo, papá, y te prometo que seré cuidadosa. Tomás parece ser una persona confiable y respetuosa. Pero entiendo tus preocupaciones y seré consciente de mi seguridad.
Mi padre suspiró, pareciendo un poco más tranquilo.
- Confío en ti, Ayelén. Solo quiero asegurarme de que estés rodeada de personas que te hagan bien y que cuides de ti misma. Siempre estoy aquí para apoyarte y aconsejarte.
Le sonreí, agradecida por su comprensión y apoyo incondicional.
- Gracias, papá. Significa mucho para mí tener tu apoyo. Te prometo que seré responsable y cuidaré de mis relaciones.
Nos abrazamos nuevamente, fortaleciendo nuestro vínculo familiar y el compromiso mutuo de mantener una comunicación abierta y honesta.
Narra Ayelén
Después de la conversación con mi padre, cenamos juntos en silencio. La tensión de antes se había disipado y tratamos de retomar la normalidad. Una vez terminamos de comer, cada uno se retiró a su habitación para descansar.
Me recosté en mi cama, sintiendo mi mente llena de pensamientos sobre Tomás y nuestra relación secreta. Sabía que tenía que ser cuidadosa y mantener las apariencias, pero también anhelaba poder compartir mi felicidad con alguien.
Justo cuando estaba a punto de quedarme dormida, tomé mi teléfono y le escribí un mensaje a Tomás.
\"¿Estás despierto?\", escribí.
Esperé unos segundos y luego corregí mi mensaje. \"¿Estás despierto, Pan?\"
Sonreí, sabiendo que el apodo cariñoso que le había dado le haría sonreír también.
\"¡Hola, Chica Mermelada!\", respondió Tomás. \"Sí, estoy despierto. ¿Qué sucede?\"
Sentí un cosquilleo de emoción al leer sus palabras. Estaba feliz de poder hablar con él, incluso si era a través de mensajes de texto.
\"Extraño verte\", le confesé. \"Me gustaría poder estar contigo ahora mismo\".
Hubo una breve pausa antes de que Tomás respondiera.
\"Yo también te extraño, mi dulce Mermelada\", escribió. \"Pero tenemos que ser pacientes y cuidadosos. No podemos arriesgarlo todo\".
Asentí, sabiendo que tenía razón. Aunque deseaba poder estar con él en ese momento, entendía la importancia de mantener nuestra relación en secreto.
\"Tienes razón\", respondí. \"Tenemos que ser cautelosos y esperar el momento adecuado. Pero quiero que sepas que siempre estás en mis pensamientos\".
Después de enviar el mensaje, apagué mi teléfono y cerré los ojos, dejando que la esperanza y el amor por Tomás me acompañaran en mis sueños. Sabía que, aunque nuestra relación fuera complicada, valía la pena correr riesgos por él.
Narra Tomás
Después de enviar el último mensaje a Ayelén, apagué mi teléfono y me recosté en la cama, dejando que sus palabras y pensamientos ocuparan mi mente. Sentía una mezcla de emociones: felicidad por poder hablar con ella, pero también una pizca de tristeza por no poder estar juntos en ese momento.
Cerré los ojos e imaginé su sonrisa, recordando cada momento que habíamos compartido. Me sentía afortunado de tener a Ayelén en mi vida, pero también sabía que debíamos ser cautelosos y cuidadosos para proteger nuestra relación secreta.
Mis pensamientos se llenaron de preguntas y dudas. ¿Cuánto tiempo podríamos mantener nuestra relación en secreto? ¿Cuándo podríamos ser libres para estar juntos sin preocupaciones? Me preocupaba el riesgo que estábamos corriendo, pero al mismo tiempo, no podía negar la felicidad que sentía cuando estaba con Ayelén.
Suspiré profundamente, tratando de encontrar una solución en medio de mis pensamientos. Sabía que tenía que ser paciente y esperar el momento adecuado. Pero también quería que Ayelén supiera lo mucho que significaba para mí, incluso si no podía decírselo en ese momento.
Me prometí a mí mismo que haría todo lo posible para proteger nuestra relación y mantenerla en secreto el tiempo que fuera necesario. Quería que Ayelén supiera que siempre estaría ahí para ella, apoyándola y amándola en la distancia.
Con esa determinación en mente, me dejé llevar por el sueño, imaginando un futuro en el que pudiéramos estar juntos sin restricciones ni secretos. Sabía que el camino no sería fácil, pero estaba dispuesto a correr riesgos por el amor que sentía por Ayelén.
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Capítulo 6: El Libro de Tomás
Narra Ayelén
Al día siguiente me desperté muy temprano y rápidamente fui a ducharme. Fue extraño porque mi papá siempre discutía conmigo porque no quería despertarme.
Salí de la ducha y comencé a buscar mi ropa, no podía decidirme por nada. Otra cosa extraña, ya que normalmente no me arreglaba mucho para la escuela. Pero la verdad es que estaba emocionada por ver a Tomás... Mi papá gritaba desde abajo.
- Ayelén, apúrate... llegarás tarde a la escuela.
Así que después de cambiarme de ropa más de cinco veces, decidí usar un vestido color rosa pastel y unos zapatos blancos. Ondulé un poco mi cabello y me gustó cómo me veía. Tomé mi mochila y bajé.
- ¿Te arreglaste para ir a la escuela? Esto sí que es raro - dijo mi papá en tono burlón.
- Ya basta, papá. Es solo que me gusta este vestido... Vámonos, ¿sí? - dije.
Cuando llegamos a la escuela, me despedí de mi papá con un beso en la mejilla.
- Ten un buen día, mi niña - dijo.
- Gracias, tú también - respondí.
Bajé del auto y entré a la escuela.
Caminaba por los pasillos de la escuela cuando, de repente, al fondo del pasillo, como si una luz muy brillante apareciera... Era Tomás. No parecía un profesor normal, su forma de caminar hacía que todos, o mejor dicho, todas, lo voltearan a ver. Él me vio y me sonrió, caminó más rápido hasta encontrarse conmigo.
- Buenos días, Ayelén - me dijo con voz seductora.
- Buenos días, Tomás, quiero decir buenos días Profesor Paniagua - dije.
Tomás me miró extrañado.
- Estamos en la escuela, lo olvidas - le expliqué.
- No importa, qué bueno que te veo - volteó a sus lados asegurándose de que nadie pudiera escucharnos - Te quería invitar a algo.
- ¿Ah sí? ¿Y qué es? - pregunté.
- Bueno, hace tiempo escribí un libro para niños y me pidieron que lo leyera porque lo van a publicar - dijo.
- Tú escribiste un libro - dije riendo - Creí que eras profesor de matemáticas, no de literatura.
- Sí, soy profesor de matemáticas - dijo - Esto fue un proyecto extracurricular.
- Ya veo - dije.
- Entonces, ¿te gustaría venir conmigo? - preguntó.
- Me encantaría - dije sonriendo.
- Me encantará verte ahí - dijo.
- Y ¿dónde y cuándo es? - pregunté.
- Hoy por la noche en el Café Soledad. ¿Te acuerdas? Es el café al que fuimos ayer - respondió.
- ¡Claro! No puedo esperar para ir - dije emocionada.
Después de clases, el resto del día transcurrió entre nervios y emoción. No podía dejar de pensar en el libro que Tomás había escrito. Me preguntaba cómo sería y qué tipo de historias habría creado. Además, estaba ansiosa por pasar más tiempo con él fuera del entorno escolar.
Finalmente, llegó el momento de encontrarnos en el Café Soledad. Caminé hacia el lugar con una sonrisa en mi rostro, sintiendo mariposas en el estómago. Al entrar, mis ojos buscaron a Tomás y lo vi sentado en una mesa cerca de la ventana. Se veía tan guapo como siempre, con una mirada llena de entusiasmo.
- ¡Hola, Ayelén! - exclamó Tomás levantándose para saludarme.
- ¡Hola, Tomás! - respondí emocionada mientras nos dábamos un cálido abrazo.
Nos sentamos y comenzamos a conversar sobre el libro que había escrito. Tomás compartió su inspiración y los personajes que había creado. Me contó sobre la historia y cómo había trabajado en ella durante mucho tiempo. Quedé realmente impresionada por su talento y dedicación, admirando su capacidad para dar vida a emocionantes aventuras y personajes entrañables.
Después, llamaron a Tomás y él se dirigió al escenario. Observé con orgullo cómo compartía su historia con el público presente en el café. A medida que leía fragmentos de su libro, me sentía conmovida y no pude evitar sentirme identificada. La historia trataba sobre una niña que había perdido a su mamá y que se quedaba con su papá, quien la amaba profundamente. La conexión entre los personajes y mi propia experiencia personal me emocionó aún más.
Después de terminar de leer, Tomás bajó del escenario y se acercó a mí.
- Estoy muy emocionado de que mi libro sea publicado - dijo Tomás con una sonrisa radiante.
- Lo entiendo, Tomás. Debes estar muy orgulloso de ti mismo - respondí sinceramente, admirando su logro.
Pasamos el resto de la noche disfrutando de la compañía del otro y compartiendo nuestras pasiones e intereses. Fue una velada encantadora llena de risas y una conexión genuina. Hablamos sobre nuestros sueños y proyectos futuros, inspirándonos mutuamente a seguir persiguiendo nuestras metas.
Al final de la noche, Tomás me acompañó a casa. Nos despedimos con la promesa de seguir apoyándonos en nuestros proyectos y sueños. Me sentí profundamente agradecida por tener a alguien como Tomás en mi vida, alguien que me inspiraba y hacía sentir especial.
Mientras me preparaba para dormir esa noche, reflexioné sobre lo afortunada que me sentía de haber conocido a Tomás. Estaba emocionada por ver cómo se desarrollaría nuestra amistad y qué aventuras nos esperaban en el futuro. Sabía que, con su apoyo y amistad, podríamos enfrentar cualquier desafío y alcanzar nuestras metas juntos.
Narra Tomás
Mientras me preparaba para dormir esa noche, reflexioné sobre lo afortunado que me sentía de tener a Ayelén en mi vida. Cada día a su lado era un regalo, y no podía evitar sonreír al recordar los momentos que habíamos compartido.
Pensé en la forma en que Ayelén me apoyaba en mis proyectos y sueños, y cómo su presencia siempre me inspiraba a ser mejor. Su pasión y determinación eran contagiosas, y juntos habíamos superado obstáculos y alcanzado metas que nunca creímos posibles.
Recordé las risas compartidas, las conversaciones profundas y los momentos de complicidad que habíamos vivido. Con Ayelén, me sentía completo y comprendido en una forma que nunca había experimentado antes.
Mientras me acurrucaba en la cama, una sonrisa se formó en mi rostro al pensar en el futuro que nos esperaba. Sabía que con Ayelén a mi lado, no había límites para lo que podríamos lograr juntos. Estaba emocionado por seguir construyendo nuestra relación, explorando el mundo y enfrentando cualquier desafío que se presentara.
Me sentía agradecido por tener a alguien tan especial en mi vida, alguien que me amaba incondicionalmente y que me hacía sentir completo. Cerré los ojos con la certeza de que nuestro amor seguiría creciendo y que nuestras aventuras juntos serían inolvidables.