¡Qué famélico el partido
que nació en copioso invierno!
Se creyó que él era eterno,
con su fuerza. ¡Hoy es olvido!
Y como el árbol derruido
con su fronda deshojada,
con su vida maltratada,
el Rey sol lo fue quemando
y su tallo resecando
con su savia adulterada.
Y el hachazo recibido
en el centro de su tallo
aunque quiera, no lo callo,
porque ya estaba advertido.
Poco a poco se ha podrido
¿Y quién lo podrá negar,
si nunca quiso escuchar
el dichoso jardinero
que creyéndose guerrero
dijo que lo iba a salvar?
¡Ah, malditos son los egos
que produce el vil poder!
¡Oh, qué triste amanecer!
¿Cuántos van andando ciegos
si al poder sienten apegos
y no escuchan, nunca miran?
¿Quién sabrá por qué respiran
con soberbia que altanera
creen ser la gran lumbrera
siendo seres que deliran?
Y hoy…
¿Quién el árbol se disputa
seco, viejo y más tullido?
¿Quién vendrá ya decidido
a tomarse la batuta
que no sea hijo de fruta
que sacarle quiera el fruto
al segundo y al minuto
hasta hacerlo perecer
para hacerlo merecer
el amargo y triste luto?
Y si el árbol ya talado
cae por su propio peso
nunca más tendrá regreso
hueco, seco y deshojado.
¡Y será todo pasado!
No valdrán lamentaciones
menos las acusaciones,
o los llantos como niños
que han mostrado los lampiños
con sus «justificaciones».