RICARDO V

¡Al agua!

La niña guardaba al niño

como prendido del cuello.

El niño la había querido

y le dejó su pañuelo,

una prenda no de frío,

era prenda de deseo,

lo llevaba allí prendido

bien cuidado y sin enredos.

 

Al agua cayó el pañuelo.

“¡Al agua!” grito el barquero.

 

Cuando el niño se moría,

cuando no quedaba tiempo,

el niño dijo a la niña

con una voz de lamento:

“consérvalo y no me olvides,

a donde voy ya no vuelvo,

en él va lo que te quise,

pórtalo como recuerdo”.

 

Al agua cayó el pañuelo.

“¡Al agua!” grito el barquero.

 

La niña guardó su amor

a pesar del desespero,

pero el tiempo no paró,

ni la vida, ni los sueños,

y es que no tuvo caricias

con abrazos y con besos

que regaran la semilla

de su amor por el pañuelo.

 

Al agua cayó el pañuelo.

“¡Al agua!” grito el barquero.

 

Y la niña se durmió

en los brazos de Morfeo.

Dejó libre el corazón,

dejó el corazón abierto

y la nube del olvido

despacio le fue pudiendo

y se olvidó de aquel niño

que le tuvo sentimiento.

 

Al agua cayó el pañuelo.

“¡Al agua!” grito el barquero.

 

Y la niña bajó al río

con su pañuelo en el cuello,

preguntó si había sitio

en la barca del barquero,

y al barquero preguntando

soplo un aire de silencio

y el niño se fue volando

al  igual que su pañuelo.

 

Al agua cayó el pañuelo.

“¡Al agua!” grito el barquero.