Alberto Escobar

Me seducía...

 

No existirá 
robot alguno
que pueda llegar
a asombrarse,
a agradecer la vida. 


—No alcanzarán nunca
tu inmensidad. 

 

Recibo una llamada, 
siempre intempestiva, 
a deshoras, a destiempo,
me habla de oportunidades,
de mejorar lo mejor que tengo,
de suplir carencias, de devolverme
una sonrisa —pero ya no me lo creo. 
Su voz se me antoja metálica,
como el sonido que se desprende
de una copa de vino medio llena
cuando, con un tenedor, se llama
a la comensalía a sentarse a la mesa
—según se conoce de esas películas
de ricos, antiguas y desfasadas—. 
Me asombra la humanidad que han alcanzado
estos artilugios ya, y me brota al hilo
de esta reflexión un leve temor, un escalofrío,
que pronto se disipa cuando compruebo
que no contesta a mis preguntas, que se limita
a soltar una parrafada aprendida sin más empatía
con el interlocutor que una sarta de frases hechas.
La curiosidad me mantiene pegado al teléfono, 
intento, con impertinencias, tocar los límites 
de la tecnología que se aloja a la retaguardia
de esa voz, fría pero agradable, de una chica joven,
que adivino dinámica, fresca y bella, apetecible,
tanto que me da por insinuarme, por tirar 
algún tejo que otro en forma de halagos a las prendas
que su voz me evocan, que si dónde trabaja para pasarme
a verla y zarandajas de esa calaña, a lo que ella
responde con una frase cortés, con algún quiebro, diría,
de sonrojo y con una profesionalidad desconocida
en muchos teleoperadores de mi especie. 
En esas me decido a firmar la propuesta comercial
que pretendía colarme de rondón, facilito mis datos
más íntimos y controvertidos y gestiona con grabación
de llamada incluida los pormenores para que el servicio
campara a sus anchas por mis inmediaciones desde ese 
preciso instante —debo confesar, en voz baja, que tras
sonar el pipipí de fin de llamada llamé a la compañía
para abortar todo lo firmado antes de que fuese demasiado
tarde—.
que no es muy ético lo que hice pero así me salió,
quizá fue un acto de rebeldía, quizá algún día
se me agradezca...