Trotaron tus poemas, igual que los centauros
que un día galoparon los bosques de Tesalia;
aquellos galopaban en busca de Hipodamia;
y tú con pluma egregia; tu cetro soberano.
De Apolo te ofrecieron su cáliz sacrosanto,
de donde tu bebiste, del arte, fresca savia;
y el vino que te dieran, Yanira, Clío y Janta,
que fueron las nereidas que tanto te inspiraron.
Quirón, tu gran maestro, Abantes tu escudero,
con ellos conquistaste la gloria más suprema;
brindándote los dioses la antorcha de los genios
que tiene las centellas de lumbre sempiterna;
que vierte de tu numen, la luz que al universo
lo llena de fulgores, con tus eximias letras.
Autor: Aníbal Rodríguez.