(soneto dodecasílabo blanco)
Quién ha de esperar al canto del gallo,
hoy no lo haré más, ya mis pasos marchan,
fríos, sin un sol; domina el invierno.
(Garganta cerrada, prefiero moverme).
El camino es largo y el día es tan poco…
Que se quede en casa el sueño que pesa,
pues al fin de cuentas es fatua caricia;
¡Mimos inservibles, mejor la del frío!
Gélido es su roce; mi carne se aflora.
Bendita la espina, el nervio… el dolor.
Que se quede en casa, prefiero temblar.
Hoy no necesito mi sueño en la piel,
que surja algo nuevo antes de la luz,
que callen los grillos y canten las aves.
¡Que surja, que surja…!