Seducido por su hibris, sentí,
la venganza de una musa,
blanquecina e hiriente,
mal orgullo desatado, cruel
Me hechizaba envuelto en
cristalina porcelana de amor,
deleitoso y asexual, sujeto,
atado en la roca de la vanidad
Su exagerada belleza, aún hoy
prosperaba mi orgullo, el goce,
sobre la espiral ascendente, hacia
los reluctantes y fugaces hados
Me desafiaba su hiperbólica
danza aún exhibicionista,
aquel, su seductor carisma
retando la álgida culminación
Más llegó aquel día infausto,
en la agonía de la doncella
sumergida en el albur austral,
corazón purpura y arrogante
La diva se entrega ante el viril
destello de aquel tritón, y
desafían la arrogancia de Níobe,
más, me suplica mediación
La caída dolorosa de su ego
desvanece su hibris y llora,
se aferra a su travesía, sin eco,
rompe su alegoría de lealtad
En la tarde dorada y compasiva,
ya entre mis brazos, reposa,
lánguida figura marfil, hermosa,
cual pétalo que arroja, una rosa
¡Aquel ósculo, metamorfoseaba el hibris!