A Rubén Darío
¡Oh, dulce navegante, maestro de los trinos;
el mundo a ti te aplaude por darnos la lección!
Y danza cada musa, suspiran los caminos:
aquellos taciturnos del cielo de León.
La estrella de los cielos con dotes peregrinos
te guió por muchas patrias, Nimrod, o cual Sansón:
en ti, sabio panida, sellaste alejandrinos;
los versos que describen el dulce corazón.
España y Argentina, te nombran buen artista
¡Oh, príncipe sublime, prodigio simbolista,
el aura americana clavó su pedestal!
Y, dándole al chileno coraje de ser tierno,
trajiste a las naciones el numen más moderno
con arte parnasiano, poeta sin igual.
Samuel Dixon