Célica rigidez portas en tus sendas, cúmulo abusivo de gracia,
psicodélica vanidad
y omnipotente anuencia.
Vuelo sin cuidado en tus sonatas,
y confuso, disfruto la turbulencia.
Me convierto en sedentario de tu lozana piel,
y establezco mi ascendencia armoniosa.
Incauta sílfide, brisa del edén;
amortiguas mi mundana obscenidad
con afables corolas tiernas y castas,
haciendo de mí, un puro auxiliado;
giróvago corregido.
Curco los tugurios de tu alma,
y no encuentro más que compasivas miradas
hacia tus agraviadores.
Dulce monasterio, fragante a azahar;
inefable musa dorada, que oso amar.