En la noche sombría, bajo un cielo sin estrellas,
donde la luna oculta su faz entre las nieblas.
Un alma errante, en la penumbra se desliza,
en el reino de los sueños y las sombras de la brisa.
Entre susurros de los árboles, en el bosque oscuro,
se escuchan ecos de un pasado que ya no es seguro.
Un eco de pasos, como el tañido de una campana,
anunciando la llegada de una presencia profana.
En la mansión desolada, los murmullos acechan,
las sombras vagas danzan y algo turbio se sospecha.
El eco de los suspiros, como el gemido de un lamento,
rellena al aire pesado, con su llanto de tormento.
En lo profundo de las sombras, una figura se desliza,
envuelta en un misterio que a las almas paraliza.
Con ojos enrojecidos, reflejo de un alma perdida,
busca en la oscuridad una verdad que aun olvidada.
Bajo el peso del remordimiento, sus pasos retumban,
en medio de la oscuridad las paredes se derrumban.
Un eco de angustia, en la noche infinita resuena,
mientras el alma perdida se sumerge entre su pena.