Aunque antes te vi
en villa esperanza,
fue en la calle dieciocho,
donde te conocí.
Caminabas y divisé
tu rítmico andar,
epico y lírico donaire,
al instante empezó a brillar.
En esa rúa sanfelipeña,
percibí tu peculiar belleza,
era una tarde fresca
bella y tropical,
enclavada en mi alma,
que nunca podré olvidar.
Salía de la casa consistorial,
cuando te vi pasar,
te tomé de la mano
y nació un idilio inmortal.
Desde mi corazón
admiré tu esplendor,
recuerdo, te di una flor
del jardín de la pasión.
En la noche nos vimos,
a la orilla del mar,
entre miradas y vinos,
nos besamos sin cesar.
Allí, la avidez y el furor
se enamoraron,
cantamos al son
de la primera vez,
tanto, que aún perdura,
ardiente y vehemente,
el excelso momento
contigo y para siempre.