Cuando descansemos sobre el postrer suelo
vendrán manos invisibles y escondidas
que nos librarán de cargas de la vida
y descubrirán el camino hasta el cielo.
Será quietud en un lecho de algodones
para reposar las almas fatigadas
de aquellos seres con vida ya agotadas
cuando dejan de latir sus corazones.
Ignoramos si la puerta es del averno
pues los ojos van cerrados a la aurora
y tememos que aún no sea nuestra hora
a pesar de estar durmiendo el sueño eterno.
Es ligera nuestra bolsa de equipaje
ni con ropas protectoras vestiremos,
solamente nos permiten que llevemos
los recuerdos suspendidos en el aire.
Nos espera una etérea penitencia
sin el frío ni el calor de nuestros cuerpos,
dejaremos en la fosa nuestro tiempo
símbolo de lo que fue nuestra existencia.
Yo no quiero tu guadaña ver de cerca,
aún me resta escribir mi último verso
y cuando acabe este vino cantinero
entonces golpearé presto a tu puerta.
¡Olvídate de mí que aún no te espero!
¡Aleja tu oscuro manto de mi rostro!
Aún me queda fuerza viva hecha arrojo,
me rebelaré ante ti después de muerto.