Sumidos bajo esta conexión extrema,
nuestros demonios convergen
en un vórtice empírico,
primitivamente regidos
por ambos sexos
cuya sed nos ata,
despegando el látex
que protege las almas.
Escalando las cimas
de tus alas de cuero;
saboreo las texturas
de tus tatuajes internos,
succionando tu aliento,
bebiéndome tus deseos.
Tus extremidades rebotan
sobre mi piel desierta,
derramando mares sudorosos,
perfumándome con tu esencia:
ese aroma penetrante
que acaricia suavemente
mis venas, transportándome
a recrear aquel instante
donde adoro las profundas capas
de tu cuerpo de ángel.