Quemando tiempo (versión reflexiva)
Sin brújula ni mapa, como náufragos vamos
en la vida que se nos va,
un viaje sin estrella polar
donde solo el tiempo
nos guía en hacia el final.
Nacemos de mujer,
de carne y hueso, con sueños y anhelos,
más la sombra nos acecha sin cesar,
arrebatándonos sin consuelo.
¿Qué misterio esconde esa sombra
que nos toma de la mano y nos lleva
a un lugar desconocido,
a un destino que la mente no comprende?
Soplamos velas en la oscuridad,
quemando años en un ritual fugaz,
cada una un paso más hacia la muerte,
hacia un final inevitable que nos espera.
La vida es un suspiro breve,
una gota que da vida a la flor,
un instante fugaz que se escapa
sin más, evaporándose en el tiempo.
Un regalo es la vida, un tesoro
que debemos disfrutar con pasión,
una aventura que vivir intensamente,
un lienzo en blanco por pintar.
La vida tiene sabores
dulces como la miel,
otros, amargos como la hiel,
que nos dejan un sabor
agridulce, sin comparación.
De poco sirven las lágrimas
por los que ya no están,
solo el recuerdo los mantiene vivos
en el corazón, un recuerdo inmortal.
No preguntes por qué se fueron,
el silencio es la respuesta,
un enigma insondable que la mente
no puede comprender, solo aceptar.
Y así, la gran aventura de la vida
en la muerte termina, un ciclo que se cierra,
un misterio que nos invita a reflexionar
sobre la existencia, su belleza y su fin.